Daniel 12

Liberación del pueblo de Dios

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1. La visión profética pasa de las persecuciones de la época macabea a los últimos tiempos y a la salvación final de los escogidos, “El oráculo franquea aquí de golpe un intervalo de muchos siglos, para proporcionar a los israelitas pruebas de una consolación de orden superior” (Fillion). Cf. II Tesalonicenses 2, 7 y nota. Tu pueblo, es decir, el de Daniel (cf. 9, 15 s., 20 y 24; 10, 14). Crampón, que aplica los versículos 1-4 a la liberación de Israel por la muerte de Antíoco, añade que “parecen presentar en una misma perspectiva la liberación final del pueblo de Dios”. Vendrá un tiempo de angustia, etc. Jesucristo anuncia también “la gran tribulación” en su discurso escatológico (Mateo 24, 21). Cf. Jeremías 30, 5; Salmo 2, 5; Apocalipsis 7, 14, etc. Inscrito en el libro: Se refiere al libro de la vida, en el cual están inscritos aquellos que tienen derecho al reino de los cielos. Es un simbolismo tomado del registro civil de un reino. Cf. Salmo 68, 29; 138, 16; Éxodo 32, 32; Fil. 4, 3; Apocalipsis 3, 5; 13, 8; 20, 15, etc. Sobre San Miguel y su misión véase 10, 13 y nota; sobre su papel en la lucha contra Satanás, cf. Apocalipsis 12, 7 y notas.
En aquel tiempo se alzará Miguel, el gran príncipe y defensor de los hijos de tu pueblo; y vendrá tiempo de angustia cual nunca ha habido desde que existen naciones hasta ese tiempo. En ese tiempo será librado tu pueblo, todo aquel que se hallare inscrito en el libro.
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2. Los resucitados son divididos en dos clases, destinados unos a la vida eterna y otros a la eterna ignominia. Para ignominia y vergüenza eterna: Es de notar que aquí por primera vez el Antiguo Testamento anuncia a Israel la resurrección de los pecadores para la condenación. Este pasaje completa la revelación de Job 19, 25-27; Isaías 26, 19; 66, 24. Cf. Ezequiel 37, 1 ss. Indirectamente se enseña aquí la resurrección de todos los hombres, “porque para todos vale la misma razón. Lo que el Ángel dice implícitamente, lo dice Nuestro Señor explícitamente en Juan 5, 28” (Linder).
También muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para vida eterna, otros para ignominia y vergüenza eterna.
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3. Los sabios: los observadores de la Ley de Dios. San Jerónimo pone aquí la siguiente nota: “¿Ves tú qué distancia separa la santidad sin ciencia, de la ciencia unida a la santidad? La primera nos hace semejantes a las estrellas, la segunda al mismo cielo.” La promesa que en este pasaje se da a los que ejercen el apostolado de enseñar, tiene su paralelo en las palabras de Cristo: “Los justos, resplandecerán como el sol en el reino de su Padre” (Mateo 13, 43). También el apóstol San Pablo promete doblado honor a los presbíteros, “sobre todo los que trabajan en predicar y enseñar” (I Timoteo 5, 17). “Si vives santamente e instruyes perfectamente, dice San Juan Crisóstomo, serás juez de todos; si por el contrario, instruyes bien y vives mal, te juzgas a ti solo. Porque, viviendo y enseñando bien, das a conocer al pueblo cómo ha de vivir; pero, enseñando bien y viviendo mal, dices a Dios las razones que tiene para condenarte.” Cf. Eclesiástico 24, 31 y nota.
Entonces los sabios brillarán como el resplandor del firmamento, y los que condujeron a muchos a la justicia, como las estrellas por toda la eternidad.
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4. Sella el libro, para que nadie modifique sus palabras, y guárdalo hasta el tiempo del fin. Nótese lo que se dice sobre el crecimiento del conocimiento. Muchos buscarán: Cf. Amós 8, 11 ss. Significa “la acción de buscar apresuradamente la verdadera doctrina... Al fin de los tiempos se leerá, con interés el libro de Daniel, a fin de comprenderlo lo mejor posible y admirar la maravillosa coincidencia de los acontecimientos con los vaticinios” (Fillion). Análoga idea expresa San Juan en el Apocalipsis, cuando dice: “No selles las palabras de la profecía de este libro, pues el tiempo está cerca— el justo se justifique más y más; y el santo más y más se santifique” (Apocalipsis 22, 10-12). Es asombroso cómo también en este punto concuerdan los dos vates: Daniel y San Juan. Este no ha de sellar el libro, porque los últimos tiempos están cerca; aquel ha de sellarlo para que se lo lea cuando el fin se acerque. San Juan subraya la importancia de la lectura del Apocalipsis diciendo: “Bienaventurado aquel que lee y escucha las palabras de esta profecía y observa las cosas escritas en ella” (Apocalipsis 1, 3). El mismo efecto tendrá sin duda la lectura y meditación de las profecías de Daniel, por lo cual pensamos que merece un comentario más completo. “El sabio indaga la sabiduría de todos los antiguos y hace estudio de los profetas” (Eclesiástico 39, 1).
Tú, Daniel, encierra estas palabras, y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos buscarán y se acrecentará el conocimiento.”

5Y yo, Daniel, miré y vi otros dos que estaban en pie el uno aquende el río y el otro allende el río. 6
6. Ese varón es el mismo personaje que se presentó al profeta en el capítulo anterior. Véase 10, 5 y nota.
Y dijo (uno de los dos) al varón vestido de lino que estaba sobre las aguas del río: “¿Cuándo será el cumplimiento de estas maravillas?”
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7. Un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo: Cf. 7, 25 y nota, donde se encuentra el mismo número misterioso. En ambos lugares se refiere a la tribulación que los santos han de sufrir de parte de un poder que se levanta contra Dios. En el versículo 11 y en Apocalipsis 11, 2 y 13, 5 este número es expresado en días y meses. Cuando el poder del pueblo santo sea completamente destruido: EL vaticinio solo se cumplirá cuando el pueblo de Dios haya llegado al colmo de la tribulación. Cf. Salmo 101, 18 y nota.
Y oí al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, cuando levantando su diestra y su izquierda hacia el cielo juró por Aquel que vive eternamente que eso será dentro de un tiempo, (dos) tiempos y la mitad (de un tiempo) y que todas estas cosas se cumplirán cuando el poder del pueblo santo sea completamente destruido.
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8. No comprendí: Aquí vemos, como en muchos otros lugares de los libros proféticos, que los profetas a menudo son voceros del Altísimo sin conocer el alcance de sus palabras. A esto se refiere San Pedro, diciendo que “ninguna profecía de la Escritura se hace por propia iniciativa” (II Pedro 1, 20, texto griego). Por lo cual exhorta San Pablo: “No queráis despreciar las profecías” (I Tesalonicenses 5, 20), porque tales anuncios son para las generaciones venideras, “una antorcha que luce en lugar oscuro, hasta que amanezca el día y nazca en vuestros corazones la estrella de la mañana” (II Pedro 1, 19).
Yo oí, pero no comprendí. Dije, “Señor mío: ¿cuál será el fin de estas cosas?”
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9. El profeta no consigue respuesta, pues Dios se ha reservado los tiempos y momentos, como dijo Jesús a los apóstoles que le preguntaron en un asunto parecido (Hechos de los Apóstoles 1, 7). Véase Mateo 24, 36; Marcos 13, 32 y notas. “Velad, ya que no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor” (Mateo 24, 42). Hasta el tiempo del fin, lo que cuadra bien al sentido escatológico de este capítulo. Cf. versículo 4.
Y él respondió: “Anda, Daniel; pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin.
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10. Véase 11, 35. En el tiempo del fin obrará el “hombre de pecado” y el “misterio de iniquidad” (II Tesalonicenses 2, 3 y 7), y los santos serán perseguidos de tal manera que ninguno se salvaría si ese tiempo no fuese abreviado por amor de los escogidos (Mateo 24, 22). Los sabios entenderán: Véase versículo 3. Los verdaderos fieles entenderán los misterios. Cf. I Tesalonicenses 5, 4; Lucas 21, 36-11. El término aquí indicado equivale a tres años y medio o cuarenta y dos meses. Cf. versículo 7 y nota; 7, 25 y nota; Apocalipsis 11, 2; 13, 5. Es en el Apocalipsis el período del poder que persigue en los últimos tiempos a la grey de Cristo, por lo cual no conviene aplicar este pasaje únicamente a Antíoco Epífanes, como lo hace la interpretación “histórica”. Por sacrificio perpetuo entiende aquí San Jerónimo con otros Padres el culto de la Eucaristía y todo el culto solemne de la Iglesia, que en los tiempos del Anticristo será obstaculizado. Abominación desoladora: Se refiere al Anticristo. Véase lo que sobre este tema llevamos dicho en las notas a los versículos 26 y 27 del capítulo 9.
Muchos serán purificados y blanqueados y acrisolados; pero los malos seguirán haciendo el mal, y ninguno de los malvados entenderá; mas los sabios entenderán.
11Desde el tiempo en que será quitado el sacrificio perpetuo y entronizada la abominación desoladora, pasarán mil doscientos noventa días. 12
12 s. “Llama dichoso al que viviere después de la muerte del Anticristo; porque verá días felices de paz y de descanso; cuando habrá cesado su violenta persecución” (Scío). Hay en estos cuarenta y cinco días la diferencia entre 1335 y 1290, un misterio que Dios parece haber dejado intencionalmente en suspenso, para los últimos tiempos (cf. versículo 9 y nota) pero que de todas maneras es digno de la mayor atención, porque “nadie sabe el día ni la hora” (Mateo 24, 36; Marcos 13, 32). Marcha hacia tu fin y descansa (versículo 13): Se anuncia aquí a Daniel su resurrección y su premio de acuerdo con lo dicho en el versículo 2. “Así que aquel que había recibido tantos vaticinios para su pueblo, obtiene, al final, para sí mismo una profecía llena de consolación.” No es más que justo que las visiones de Daniel rematen en tan consoladora promesa, de la cual participamos todos los que en ellas creemos. Cf. el final del Apocalipsis del Nuevo Testamento, donde Jesús consuela con análoga promesa al Vidente de Patmos: “El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome de balde el agua de la vida” (Apocalipsis 22, 17). Cf. Apocalipsis 1, 3. Al final del versículo 13 encontramos en la Vulgata la siguiente nota de San Jerónimo: “Lo que hasta aquí hemos puesto de Daniel se lee en el texto hebreo. Lo demás que sigue hasta el fin del libro se ha trasladado de la edición de Teodoción.”
¡Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días!
13Tú, empero, marcha hacia tu fin y descansa, y te levantarás para (recibir) tu herencia al fin de los días.”
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